¿Cuántas veces nos hemos preguntado si lo que hacemos corresponde a un llamado profundo, o es tan sólo una rutina confortable? Si bien, en las escuelas de nuestro país tenemos mil y una carencias en todos los sentidos, existe un aspecto del cual muy pocos hablamos, y es que cuando de educación se trata, o sale la grilla política o nos gana el sentimiento de egocentrismo frente a las cámaras.
En México, el Sistema Educativo que hoy conocemos nos ha quedado a deber, y esto no es únicamente por los retrocesos en la adquisición de aprendizajes, o por la infraestructura inservible, o por los maestros sin vocación pero en nómina, sino por perder por completo el sentido de una formación integral.
Cuando refiero a formar, no hablo de un tecnicismo utilizado por cuanto experto de revista imagine, sino por hacer uso de una base del proceso de enseñanza-aprendizaje, donde además, la pedagogía centra al estudiante y lo convierte en un ser autónomo y libre, con un auténtico sentido talante de perfección.
Entonces, es alarmante el distanciamiento que existe al día de hoy de una formación permanente, para la vida y por el presente. Una formación integral que brinde a la persona la capacidad de hacer de sí, de garantizar su libre desarrollo. Además, no es poca cosa que las escuelas se vayan convirtiendo en centros de adoctrinamiento: que si eres hombre ¡fatal! que si eres heterosexual ¡un caos! que si eres católico ¡imperdonable!
Las escuelas deben cumplir su función primordial, pero igualmente tienen que involucrar a los padres de familia, no solo por aquello de la cultura progre, sino porque en ellas no se diseñan mentes, sino se forman personas y por eso, cuando al principio me pregunto si hacemos lo evidente por razón o simple comodidad, busco interpretar esta preocupación y convertirla en una respuesta profunda, que sea capaz de corresponder a nuestro propio sentido de vida.
Justamente es gracias a esa búsqueda de sentido, que la educación debe construir proyectos de vida, reconociendo que los niños que asisten a las aulas son más que una matrícula escolar, o que nuestros jóvenes no son únicamente el empleado perfecto, o empleador, sino que ellos serán el resultado de todas nuestras batallas, contra un modelo utilitario y bajo la postmodernidad de nuestra era.
Finalmente, un proyecto de vida tiene que ser edificado en paz, en conciliación y bajo los preceptos de perfección y ética, donde los valores que nos dieron identidad sean vistos como el camino hacia lo verdadero. La educación que aún nos deben no se construye tan sólo desde las letras, sino desde la vida política ciudadana, y qué mejor si son los jóvenes quienes estemos en la lucha diaria con la otredad. ¿Podemos conciliar con la educación utilitaria y formar un proyecto de vida para nuestro país?
#EsCuestiónDeEducación y lo será siempre.
Por Alexis Galicia.
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