La mente es como un paracaídas; sólo funciona si se abre. Albert Einstein.
¿Cuántas veces hemos escuchado que en la mesa no se debe hablar de política ni de religión? ¿Cuántas veces nos hemos sentido culpables por opiniones hechas desde nuestro fuero interno, que no nos hemos atrevido a expresar por el miedo al rechazo? ¿Cuándo normalizamos callar nuestra voz interna? Lo responderé: cuando establecimos que era mejor no incomodar a los demás.
Bajo el subterfugio del lenguaje políticamente correcto, hoy se quiere imponer la idea de que aquellas voces en favor de la familia, la vida y las libertades fundamentales resultan no únicamente incómodas para un sector de la población, sino también un mecanismo de ofensa para quienes no las comparten.
El problema es que esto no es únicamente una pugna de ideas, que en el mejor de los casos pudieran debatirse. Tampoco lo es que -sin banalizar la grave situación- se busque la censura para silenciar una postura, mientras la otra gana terreno. El verdadero problema es la indiferencia de quienes compartimos los valores del cristianismo y hemos decidido silenciarnos.
Decía Elisabeth Noelle-Neuman que las personas tienden a temer aislamiento cuando sus opiniones pudieran no estar en sintonía con la opinión pública; opinión que a su vez está íntimamente ligada con la agenda de los medios de comunicación. Fenómeno de la comunicación política a la cual denominó: La Espiral del Silencio.
Hoy vemos una cultura occidental bajo ataque, por un conjunto de ideologías perniciosas que buscan destruir los pilares que han hecho de nuestra comunidad una sociedad funcional. Los medios tradicionales han adoptado la promoción de las agendas de la ideología de género, del aborto y del desmantelamiento de la familia natural.
Agenda que ha tenido importantes victorias porque hemos sido víctimas de la Espiral del Silencio. A medida que nos organicemos y decidamos aparecer en la esfera pública a través del debate, estoy plenamente seguro que identificaremos que somos en realidad una inmensa mayoría dispuesta a dar la pelea. El primer paso es tomar conciencia de nuestro entorno, para posteriormente decidirnos llevar a cabo la batalla cultural.
Y es que en realidad, como señaló un escritor británico: Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada. Rompamos la Espiral del Silencio.
Por Luis Casiano Corral
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