Desde la década de los sesenta e inicios de los setenta el progresismo dio paso a una revolución cultural y de ultraliberalismo que permite todo menos el sentido común, porque han eliminado a rajatabla lo natural.
Fueron los académicos de la Escuela de Frankfurt y el italiano Antonio Gramsci -sumados a las ideas humanistas de la Ilustración- quienes generaron una revolución cultural, innovaron las ideas del marxismo clásico adaptándolo a una nueva narrativa capaz de conquistar conciencias y cambiar las mentes. Lograron que el debate público y político de los últimos años esté basado en un “consenso progre” que no ha sido fruto de un debate libre de ideas o de la confrontación de estas, sino de la imposición de unos pocos.
Hemos sido dominados por un pensamiento único que, con la excusa de la tolerancia, impone de manera arbitraria su ideología, que censura al que piensa distinto y que tiene por objetivo la destrucción del ser humano.
Su estrategia ha sido eliminar todo aquello que otorga sentido de identidad a la persona para disgregarla y poder manipularla, quieren ciudadanos títeres de su ideología; para obedecer sin criterio todas sus políticas y campañas en contra de la patria, la familia y la religión.
Su narrativa está llena de engaños y mentiras. Dicen que la verdad es relativa, pero en realidad ellos imponen intolerantemente su “verdad”. Dicen que todas las culturas son respetables, pero con el globalismo niegan costumbres y tradiciones soberanas. Enarbolan los derechos humanos, pero abren la puerta al transhumanismo. Proclaman la tolerancia, pero instauran la corrección política. En pocas palabras buscan aislar a la persona quitándole su sentimiento de identidad y pertenencia para así controlarlo a su antojo
El pensamiento progre y ultraliberal quiere que no haya nada sobrenatural, que no haya autoridad espiritual, que no tengamos una jerarquía intelectual o moral, es decir, no quieren la tradición y orden porque promueven el caos para obtener el control social perfecto.
Este fanatismo de la libertad como independencia y desvinculación de la moral natural e incluso hasta de la propia biología, se proclama hasta el absurdo en todos los ámbitos.
Es momento de una contrarevolución, una batalla abierta contra quienes quieren destruir a la persona y afirman que cada uno elige su propio género, que permite bajo el falso argumento de la libertad de decisión que los padres puedan optar por asesinar a su propio hijo, aquella que quiere sexualizar a los niños con adoctrinamiento en las escuelas.
Debemos regresar al orden natural, al sentido común.
Tenemos el deber de formar personas íntegras, capaces de actuar con ética, aquella que objetivamente favorece a la plenitud humana.
Debemos dar la batalla cultural con valentía y firmeza. Es imposible vencer sin luchar, requerimos combatir con las ideas y las palabras, tenemos la obligación de romper el silencio cobarde. Ser conscientes de que las ideas convencen, pero el ejemplo arrastra.
Por eso en Patria Unida estamos convencidos y ocupados en la formación de líderes íntegros y que con pensamiento crítico y libertad sean capaces de elegir el bien, luchen por nuestra identidad, siendo ejemplo de vida para las próximas generaciones.
El tiempo es ahora, los responsables somos todos, soy yo y eres TÚ también, juntos y unidos, ¡hagámoslo!
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