El panorama político-social tras las elecciones es desolador. La paradoja que arrojan los resultados es muy cruel: el Gobierno de España está en manos de políticos sin escrúpulos que odian a España. La sociedad se ha polarizado con la formación de dos bloques dispares.
Por Manuel Gómez Puyuelo
31/07/2023
A un lado se ubica el centro-derecha, representado por el Partido Popular (centro) y Vox (derecha). En el otro extremo se sitúan la izquierda progre, el comunismo y el separatismo, liderados por el Partido Socialista Obrero Español (la “O” y la “E” son muy discutibles) con el apoyo de Sumar y un totum revolutum de partidos nacionalistas, independentistas y filoetarras… Nada más y nada menos, el diablo los cría y ellos se juntan.
El PP ha obtenido una victoria pírrica que no le va a servir para gobernar. Ninguna formación política ni las probables coaliciones PP-Vox y PSOE-Sumar han logrado los escaños necesarios para conseguir la mayoría absoluta, así que la llave de la gobernabilidad está en poder de los partidos separatistas vascos y catalanes. Ni los izquierdistas más optimistas esperaban un resultado tan favorable tras el reciente fiasco en las elecciones autonómicas y municipales donde perdieron multitud de gobiernos y ayuntamientos. La única duda de estos comicios generales era definir si el PP gobernaba con mayoría absoluta o en coalición con Vox. Así lo pronosticaban unas encuestas que volvieron a errar. Las empresas demoscópicas deberían hacer una autocrítica severa y utilizar métodos más rigurosos para dejar de engañar a la población. Este vuelco inesperado en las elecciones generales se debe principalmente a la movilización de una izquierda que todavía cree en Pinocho Sánchez. No cabe la menor duda de que es un engañabobos efectivo.
Pedro, sus socios y los medios cómplices llevan muchos años atemorizando a los no pensantes con el cuento del lobo de la ultraderecha. Quien domina el relato, aunque sea mentira, tiene mucho terreno ganado. Para Sánchez, el fin del poder justifica los medios más sucios. Al mismo tiempo que demoniza a una formación patriota como Vox, suaviza la imagen de un partido liderado e integrado por terroristas. Sánchez se desenvuelve muy bien en el barro; es un monstruo que ejerce como nexo entre las vertientes de la izquierda y los partidos separatistas. Estas formaciones antiespañolas hacen de la demagogia, el victimismo y el chantaje su principal baza política. Siempre apoyan investiduras, leyes o presupuestos a cambio de algo. En la reciente legislatura fueron aprobadas la derogación del delito de sedición, la rebaja de penas por malversación y la concesión de indultos a los separatistas catalanes que organizaron el referéndum ilegal y promovieron la declaración unilateral de independencia. La izquierda española y el separatismo se buscan, se encuentran y se retroalimentan; he aquí la clave para entender el éxito obtenido por los socialistas en Cataluña y País Vasco.
Este sistema político-electoral particularmente complejo y permisivo facilita la formación del Gobierno español a partidos cuyo objetivo es erosionar España. Un partido independista que ha obtenido el 1,6 % de los votos puede determinar el Gobierno de un país al que odia y a quien llegó a declarar un esperpéntico golpe de Estado. Para más inri, el principal encargado de negociar-chantajear el apoyo al Gobierno se encuentra prófugo en Bélgica desde 2017. Es surrealista. Los tribunales de España y Europa deberían hacer examen de conciencia (aunque para eso hay que disponer de ella) y reflexionar acerca de cómo es posible que seis años después todavía no se hayan puesto de acuerdo para la extradición del fugitivo y sus colegas.
La legislatura del Gobierno socialcomunista se ha caracterizado por la adopción de medidas calamitosas. Aprobaron leyes inexplicables (ley del “solo sí es sí”) o abominables (ley trans), atentaron contra las libertades más esenciales en nombre de la Plandemia, vulneraron en repetidas ocasiones la independencia del Poder Judicial, impusieron la ideología de género, adoctrinaron a los niños en las escuelas, deformaron el lenguaje (quien habla o escribe así no es inclusivo, sino ignorante), realizaron concesiones de toda índole a los independentistas, limitaron el uso del español en algunas regiones, permitieron invasiones migratorias a Ceuta, Melilla y Canarias, fomentaron la islamización de los barrios (conviene observar y analizar el fenómeno francés. Cuando las barbas de tu vecino veas cortar…), maquillaron las cifras del paro con los contratos fijos discontinuos, encarecieron los alimentos, debilitaron al sector agropecuario, etc. Todo esto ha vuelto a votar la mitad de la población española. Está claro que el hombre o la mujer o las ridículas identidades que se han inventado son los únicos animales que tropiezan varias veces con la misma piedra. Llama la atención que en el entorno europeo únicamente España cuenta con un gobierno de marcada ideología de izquierda con la coalición entre el PSOE y los comunistas.
La campaña electoral, en líneas generales, ha sido bastante pobre. Había cierto hartazgo en el ambiente por las recientes elecciones autonómicas y municipales. La plétora de reclamaciones y la subsecuente escasez de propuestas han sido las notas predominantes de la campaña. Sánchez no da puntada sin hilo y anunció elecciones generales un día después del fracaso de las locales para que no se hablara del varapalo sufrido ni diera tiempo de poner en tela de juicio su liderazgo en el partido. Las convocó, además, a finales de julio, en plenas vacaciones estivales, para que los ciudadanos no acudieran a las urnas y así verse beneficiado por la abstención. Es un sátrapa narcisista capaz de vender a su madre con tal de seguir en el poder. También es un tipo maleducado y embustero que miente más que respira. Durante la campaña electoral se paseó por los platós de televisión sin responder a ninguna de las pocas preguntas incómodas que le plantearon, interrumpiendo constantemente a los demás y mencionando todo el tiempo a Vox en el debate con Feijóo y al PP en el debate con Abascal (con la inestimable ayuda de su escudera comunista Yolanda Díaz).
Otro amigo incondicional de Pedro Sánchez es su maestro Zapatero, quien cobró un relevante papel durante la campaña con entrevistas y mítines propios de un fatuo desquiciado. No se ha debatido históricamente lo suficiente sobre este siniestro personaje. Fue Zapatero quien inició la política radical de ideología de género, privilegió al movimiento LGTBXYZ, llevó a cabo la regularización masiva de inmigrantes, concedió todo tipo de favores a los independentistas, hizo todo lo posible por destruir literalmente los valores y símbolos cristianos (mientras el paro subía como la espuma, el Gobierno de Zapatero se afanaba en quitar crucifijos y estatuas asociadas al franquismo) y, para rematar la faena, fomentó la Alianza de Civilizaciones (la Agenda 2030 de la época). La clave fue no atajar el problema de raíz. Por aquel entonces, Vox no existía, la derecha estaba satanizada como siempre y la “oposición” era la versión centrada del PSOE, que a su vez se transformó en un partido de extrema izquierda. De aquellos polvos vienen estos lados; Sánchez continúa el legado de Zapatero.
La otra opción de gobierno era Núñez Feijóo. Su designación el año pasado como presidente del principal partido de la oposición respondía a la búsqueda de un perfil distinto a su antecesor Pablo Casado. El PP buscaba experiencia y solvencia, en definitiva, un buen gestor. Feijóo estuvo 13 años al frente de la Junta de Galicia, sin embargo, tiene el carisma de una piedra. Una mejor alternativa hubiese sido Isabel Díaz Ayuso, quien arrasó en las elecciones de la Comunidad de Madrid y dio la estocada final a la carrera política del nefasto Pablo Iglesias. Hubiera supuesto un golpe de efecto en la política española. Ayuso tiene determinación y transmite un mensaje claro que llega a la gente. Su lema “Socialismo o libertad” fue brillante. Además, a diferencia del tibio Feijóo, habla abiertamente de pactar con Vox y hacer lo que sea preciso para acabar con el sanchismo. Este fue precisamente el gran error estratégico de un Núñez Feijóo que criticaba por igual a Pedro Sánchez y a Vox. Entró en el juego del líder socialista y renegó de una formación como Vox con quien ya ha pactado en algunas comunidades. No es razonable que la primera oferta para poder ser investido presidente del Gobierno sea al PSOE. No es congruente querer derogar el sanchismo en connivencia con Sánchez. Esto genera una división en el bloque del centro-derecha que contrasta con la unión de la izquierda.
Respecto a Vox, es un partido estigmatizado por el relato de la izquierda progre. Los infundios que se vierten sobre los de Abascal son mezquinos. La propaganda antivoxista llevada a cabo tanto por los medios de manipulación como por la totalidad de los partidos, incluido el PP, ha influido en muchos votantes que se han creído la falacia del voto útil. La postura de las personas que han optado por votar al PP tras hacerlo anteriormente a Vox es incongruente. La mayoría de los simpatizantes de Vox son antiguos peperos desilusionados. Todos los partidos han ido recorriéndose hacia la izquierda y el lugar libre de la derecha ha sido ocupado por Vox. Es un voto reactivo e identitario que se desmarca de los intereses comunes que comparten PP y PSOE.
Tras unas elecciones tan reñidas, las dos cuestiones claves son quién va a gobernar y, sobre todo, bajo qué circunstancias. Hay dos escenarios factibles: la investidura de Sánchez con el apoyo de los comunistas y los partidos separatistas o la repetición electoral. Si sucede lo primero, Sánchez habrá cedido una vez más a un gravísimo chantaje que ya ha sido anunciado por el partido del prófugo. En esta ocasión, la extorsión incluye un referéndum vinculante y la amnistía de los golpistas. Si se repiten los comicios, tendrá lugar un mano a mano entre el PP y el PSOE. Esta última opción sería muy dañina para un partido como Vox que carece de la base sólida de los dos partidos tradicionales. Sería una lástima que se fuera difuminando como le ha pasado a Ciudadanos. Vox nació como un movimiento de reacción social integrado por personas y sectores insatisfechos. Ha progresado bastante hasta estas elecciones donde el resultado no ha sido el esperado. Ojalá sirva como punto de inflexión para hacer un ejercicio de autocrítica y ser consciente de que presenta deficiencias en su estructura que urge resolver.
Durante la campaña electoral se hizo popular el lema “Que te vote Chapote”, dirigido a Sánchez. Lamentablemente, fue votado por muchos Chapotes, pero no fue botado por España. La frase no es una rima cualquiera, tiene un significado enorme. El 10 de julio de 1997, Miguel Ángel Blanco, concejal del Partido Popular en Ermua (País Vasco) fue secuestrado por ETA. Los terroristas pusieron como condición para liberarlo el acercamiento de los presos etarras a las cárceles vascas. El secuestro mantuvo en vilo a toda España. Cada rincón del país rezumaba angustia e indignación. Hubo multitud de manifestaciones en apoyo a Miguel Ángel y contra ETA. El Gobierno de España de José María Aznar se negó a negociar con los terroristas y Miguel Ángel Blanco fue tiroteado en un descampado. Francisco Javier García Gaztelu, alias Chapote, le pegó dos tiros en la nuca.
Pese a no haber mostrado nunca arrepentimiento por sus crímenes cuyas penas suman más de 450 años de prisión, el sanguinario Chapote fue agraciado el año pasado por Sánchez con el acercamiento a una cárcel vasca. Pocos meses después, en este 2023, el Gobierno de España de Pedro Sánchez ha completado el traslado de todos los presos de ETA al País Vasco y Navarra. En 1997, España entera se movilizó contra la barbarie etarra. En 2023, media España se ha movilizado para votar a Sánchez. El deterioro moral de la sociedad española es indecoroso.
Me siento muy orgulloso de ser Español, mas no de esta España amoral. La política española es un espejo de su sociedad. La gente se queja de la clase política, pero esta sociedad no evidencia ser mejor. Ya casi no existe el honor ni la palabra ni la capacidad de rebelarse ante las injusticias. ¿En qué momento se ha diluido la conciencia? Hay una gran cantidad de borregos incapaces de discernir el bien del mal. La gente carece de criterio propio y se deja lavar el cerebro con una facilidad asombrosa. La naturalidad y el sentido común están siendo devorados por los dichosos protocolos y las palabras o acciones políticamente correctas. El tono gris rige la cotidianidad. Vivimos en una sociedad en decadencia cuyos prejuicios señalan y etiquetan a quienes piensan por sí mismos. El rebaño autodeclarado cuerdo reprime o margina a los locos que no se dejan manipular. Cada vez quedan menos, pero yo prefiero a uno de estos locos que a mil de aquellos cuerdos.
Manuel Gómez Puyuelo
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