Tras la Revolución Mexicana (1910-1920) en México se vivían tiempos de cambios derivados por la Revolución. Asimismo, nuevos paradigmas buscaban cambiar el entorno político, económico, social y cultural del país a través de la nueva constitución establecida en 1917 y del cual hoy día es nuestra actual Carta Magna. Pero, durante la década de 1920 las relaciones entre Iglesia-Estado se pondrían muy tensas.
Por Andrei Rodríguez 30/05/2023
La tensión entre estas dos instituciones en México no es nada nuevo, como bien lo señala:
No cabe duda de que la Iglesia Católica ha sido la institución religiosa con mayor influencia en la historia de América Latina. Más allá del terreno de la fe, el catolicismo fungió como un eje articulador de la vida social novohispana y más tarde como elemento imprescindible de buena parte de los proyectos independentistas. Prueba de ello es el conflicto entre conservadores y liberales, experimentado en la mayoría de los países de la región a lo largo de los siglos XIX y XX. El caso de México es particularmente ilustrativo en este sentido, en tanto que la lucha se tradujo en reformas constitucionales destinadas a reducir el poder eclesiástico en materia política, económica y social. Pero el radicalismo liberal no logró contener del todo el poder de la Iglesia, ni a fines del siglo XIX ni después de la Revolución Mexicana. Así, por ejemplo, la Constitución de 1917 fue objeto de polémica porque le negaba su personalidad jurídica a la Iglesia y porque retomaba el principio de separación entre la esfera pública y la privada. Para cuando estuvo claro que el gobierno revolucionario estaba consolidándose, las fuerzas eclesiales intentaron revertir las leyes que les resultaban desfavorables y que se hicieron valer a través de la autoridad de Plutarco Elías Calles.
Entonces, los liberales radicales buscaban reducir la presencia de la iglesia católica en México por medio de reformas constitucionales que buscaran apartar de toda participación del clero en la vida pública del ciudadano mexicano, ya sea pobre, clase mediero o rico. No obstante, ni aun con la guerra de reforma o la misma revolución mexicana efectuaron que dichos planes impidieran desaparecer la influencia del catolicismo dentro de la nación, hay que tener en cuenta que México está arraigado de elementos católicos que forman parte de su identidad cultural como arquitectura, gastronomía, ciudades, costumbres, tradiciones, fiestas, etc.
Ahora bien, la iglesia tuvo un momento oscuro entre los años de 1926-1929. El presidente de aquel entonces, el Lic. Plutarco Elías Calles, inicio una terrible persecución contra la iglesia y sus feligreses. Marco Fabrizio Ramírez Padilla nos da detalles sobre el conflicto:
El periodo que iniciaba en 1925, fue uno que marcaría la vida de la nación católica mexicana, para algunos comenzaban a sonar los tambores de la guerra conocida como el levantamiento de los Cristeros, o Cristiada. El 21 de febrero (el sábado antes del miércoles de ceniza), se fundó la Iglesia Católica Apostólica Mexicana (icam); en los hechos un centenar de personas tomaron la Iglesia de La Soledad (dedicada al culto católico romano), en el barrio de la Merced, declarando su escisión de la Iglesia Católica Romana y demandando al gobierno el respeto a sus garantías. El cisma estaba declarado… Este hecho, sin embargo, no fue al parecer, solo el fruto de las intenciones fundacionales de sacerdotes y fieles que querían un cambio del rumbo de la Iglesia, más bien todo indicaba que el gobierno de Calles, a través de Luis N. Morones, estaba detrás de todo. Aunque hay que señalar que “no existe papel ni documento en el que se asiente tal cuestión”. Sin embargo, la historiografía señala a Morones como el artífice de este movimiento, ya sea por petición del propio Calles, o por una iniciativa de Morones buscando el beneplácito del presidente. En las cúpulas del poder se llegó a pensar en disminuir el poderío ideológico y social de la Iglesia y el liderazgo de la Santa Sede, la opción fue fundar una Iglesia que en esencia era igual, pero con un código postal nacional y con ofertas atractivas para la población y para los mismos sacerdotes, como veremos más adelante. En el año de 1926 se incrementaron los niveles de enfrentamientos con la promulgación de la llamada Ley Calles, donde se reformó el código penal para incluir delitos relativos a los artículos de la constitución desfavorables a la Iglesia Católica Romana. De esta forma el 14 de junio, Calles “promulgó la Ley reformando el Código Penal para el Distrito y Territorios Federales sobre Delitos del Fuero Común y Delitos contra la Federación en Materia de Culto Religioso y Culto Externo”. La nueva ley limitaba el número de sacerdotes extranjeros, imponía la educación laica, prohibía y disolvía las órdenes monásticas, penaba las críticas a las leyes y al gobierno y “se legislaba con relación a la expropiación de los bienes terrenales de la Iglesia. Con la mencionada ley, la Iglesia perdía el derecho a recibir herencias y los templos pasaban a ser propiedad de la Nación”. La promulgación de esta ley fue uno de los principales motivos del inicio de la guerra cristera.
Por esas razones fue que dio inicio la Guerra Cristera, podemos ver cómo el gobierno mexicano buscó acabar con la iglesia usando la táctica “divide y vencerás” y al no poder contener a los católicos devotos de la época no se dudó en usar todo el aparato del Estado para suprimir con violencia a los cristeros. Estos hechos solo demuestran que la persecución, el acoso y la violencia contra la iglesia siguen vigentes hoy día, por ejemplo en la actualidad se busca acabar con los nacimientos, con los valores familiares, con la defensa de la vida e incluso por desmeritar a católicos que hicieron grandes contribuciones a la humanidad pero no son reconocidos, solo nos queda pensar que le deparara a la iglesia y a los católicos en los próximos años y estar al tanto de los hechos.
Por Andrei Rodríguez