Hace unos años, el movimiento social, moral y cultural Nuevos Tercios, organizó una tertulia cuyo título fue «La falacia como razón de Estado», replicada en España por petición de otra fundación.
Por Amadeo A. Valladares Álvarez, NT. 24/08/2023
La falacia, la mentira dañina al servicio del tirano, no es ninguna novedad histórica, ni en el mundo ni en nuestro país.
Las falacias de Estado, se sostienen en la propaganda perversa y manipuladora, y utiliza como instrumento definitivo de la misma, el sometimiento de la educación, de las escuelas, desde edades muy tempranas de la persona.
Desde la secesión de la Nueva España, el país vive en un engaño permanente, pues las nuevas oligarquías necesitaban justificar su acción y propósito.
La nueva situación (más de circunstancia que de expreso deseo popular, pese a lo que nos cuenta la SEP), exigía una nueva interpretación de la realidad histórico moral, en lo que influyó definitivamente (prácticamente la dirigió) el reciente y vecino país en expansión, Estados Unidos de Norte América (que hasta el nombre les copiamos), catalizador de los nuevos destinos.
Esta escisión del tronco común político, social, moral y cultural de tres siglos de la Nueva España en país independiente, nació negándose a sí misma, lo que poco bien pronosticaba.
Se va consolidado la farsa en constituciones y leyes que se alejan cada vez de manera más definitiva, de la esencia nacional, envuelta la sociedad en continuas y crueles luchas fratricidas, que se iniciarán en la guerra por la separación, y continuaron casi sin solución de continuidad hasta nuestros días. La revolución, la anarquía, la crueldad, sangre, era el signo de los nuevos tiempos.
Se va comprendiendo la importancia de adoctrinar a las generaciones, y se comienza un sistema de sometimiento de la escuela, de la educación, desde los primeros años hasta la universidad, que se organiza y oficializa, ¿verdad, D. José Vasconcelos Calderón?
La degradación social y educativa y el sometimiento cultural del pueblo al Estado, se va institucionalizando, calando en el alma de la población (Leyes de Reforma 1855-1863).
En palabras de D. Francisco Regis Planchet: «Los horrores, torturas e inenarrables crímenes cometidos para la implantación de la Leyes de Reforma, que son un monumento atroz de injusticias y de destrucción de toda la estructura nacional de México, hielan la sangre, dice un notable historiador, de cualquier persona honesta». Claro que, de otra forma nos lo cuenta la SEP, de eso se trata.
De hecho, uno de los motivos de la segunda guerra cristera (1932-1938), fue la liberación de la educación de la tiranía de Estado. Ya, ya sé que nos lo contaron de otra forma.
En 1933 se vuelve a clausurar la universidad, por inútil, irreformable y peligrosa, siempre ha sido peligrosa la verdad para el tirano. Así se cortaba con tres siglos de brillante tradición cultural, para dar paso a la nueva farsa educativa.
Advirtamos estas terribles palabras del Nerón mejicano, Plutarco Elías Calles en 1934: «La Revolución no ha terminado… es necesario que entremos al nuevo periodo… es necesario que entremos al nuevo periodo de la Revolución, que yo llamaría psicológico: debemos entrar y apoderarnos de las conciencias de la juventud, porque son y deben pertenecer a la Revolución. Es absolutamente necesario sacar al enemigo de esa trinchera donde está la clerecía, donde están los conservadores; me refiero a la educación, me refiero a la escuela»
Lázaro Cárdenas cerró más de tres mil escuelas.
La SEP (Secretaría de Educación Pública), nace con el firme propósito del adoctrinamiento eficaz de las generaciones, a pesar de la oposición del mencionado Vasconcelos, que se opone al sistema, arriesgando su vida y la de sus seguidores. Se consolida y oficializa la destrucción de la realidad histórica para crear una nueva y alterada conciencia popular, destruyendo la capacidad crítica individual, con la generosa donación de libros gratuitos, pero obligatorios.
Esta situación, que hunde sus raíces en el siglo XVIII, no ha tenido solución de continuidad hasta nuestros días, y hoy avanza en mezcla obscena con las tendencias globalistas de los nuevos déspotas, de la nueva plutocracia de la sociedad homogénea.
El neocomunismo doméstico, feudal, que hasta hace poco imperaba en el país, se pone ahora al servicio de la cuarta transformación (lo que eso quiera significar), con sus necios mentecatos encargados ahora de la reedición de aquellos textos, trasnochados y dañinos marxistas, siempre dispuestos a la destrucción de las naciones.
Sometidos estos nuevos y acomodados izquierdistas a la nueva estrategia para la revolución, pues los tiempos cambian, y ya no es suficiente la teoría de la lucha de clases, por lo que se apuntan en antinatural y forzada colaboración, con todas las nuevas ideas para la desunión y el enfrentamiento de las personas y los pueblos, para la creación del caos y de la anarquía irracional, a la devastación de la razón, de la moral y el intelecto.
Se apoyan estos perversos necios, en los recientes postulados de minorías, tolerancia y libertad, dirigidos por un nuevo orden mundial: igualdad de género (o de especie, o de trasespecie, que la locura y la desvergüenza no conocen límite), creo que esto del género ya supero los noventa distintos tipos, pues cada uno es lo que quiere, según su momento de percepción; el derecho de los animales (sin saber que de ello ya hablaron los neoescolásticos en el siglo XVI), a veces por encima del de los seres humanos; el cambio climático; los distintos tipos de familia; la disolución de la idiosincrasia de los pueblos; la enajenación intelectual y moral…
El sometimiento del pueblo por el adoctrinamiento en las escuelas, es un viejo ardid que sufrimos hace mucho tiempo; es bueno que ahora sea advertida la treta, aunque solamente sea por una minoría selecta, en los aberrantes nuevos libros de texto, que seguirán siendo gratuitos para las economías de las familias, pero gravemente caros en la capacidad intelectual y moral de las personas, por opilación de la razón con falsedades.
La falacia de Estado como sistema de sometimiento, es una condena a muerte de la libertad, la tradición, el criterio, la moral, la justicia…, de la recta razón. Es la condena de un pueblo.
Por Amadeo A. Valladares Álvarez, NT.
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