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Foto del escritorJean Carlo Portillo

El verdadero origen del 8M

Una vez al año el mundo se pinta de morado, algunos celebran, otros conmemoran, pero pocos sabemos la verdad. El 8M surgió desde la izquierda, fue instaurado por y para la izquierda; un día que dio origen a la Revolución Bolchevique.

El pasado 8 de Marzo de 2023, como ya se hizo costumbre, miles de mujeres salieron a manifestarse en contra de las carencias, la inseguridad y las injusticias que azotan a las mujeres en diversas partes del mundo. La mayoría de las mujeres que se hacen presentes en las distintas marchas y concentraciones se consideran a sí mismas como «feministas» y/o simpatizantes y afines a un movimiento que ha cambiado y mutado a lo largo de los años en función de lo que al discurso conviene, el movimiento feminista.

Feminismo, una ideología cuya definición parece estar en función de a quién se le pregunte. Una ideología que muchos han intentado acaparar y pocos han logrado aterrizar en los terrenos de la realidad, por más políticamente incorrecto que esto resulte. Cuando hablamos de feminismo no resulta para nada extraño encontrarnos con personas de distintos campos y espectros político-ideológicos salir a defender «unas» u «otras» consignas que las personas que se consideran feministas creen o dicen defender. Desde los comunistas que presumen haber sido los primeros en otorgarle derechos sexuales y reproductivos a la mujer en tiempos de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), pasando por los «centristas» y «liberales» que reivindican un «feminismo real» más centrado en el individuo, hasta personas que se asumen como de derecha conservadora que intentan rescatar ciertas ideas «feministas» solo porque los pensadores se consideraban «creyentes». Todos tienen algo en común, no se ponen de acuerdo en cuál es el verdadero feminismo y todos y cada uno de ellos critican la concepción del otro diciendo algunas frases entre las que destaca una muy conocida para muchos: "Eso no era (es) verdadero feminismo".

Fue en el año 1975 cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemoró por primera vez lo que hasta ahora se conoce como el «Día Internacional de la Mujer», pero ¿nunca te has preguntado sobre el verdadero origen del 8M? La idea de instaurar un día especial para conmemorar la lucha feminista surge desde grupos de mujeres socialistas, específicamente en una convención de mujeres socialistas celebrada a la par de la Segunda Internacional Socialista en 1910 en Copenhague, Dinamarca.

La mujer que propuso el 8 de Marzo para ser declarado como el Día Internacional de la Mujer fue Clara Zetkin, dirigente comunista alemana que después de la Primera Guerra Mundial jugó un papel importante en el Partido Comunista de Alemania; en 1889 participó en el Congreso Fundacional de la Segunda Internacional Socialista y en 1920 fue nombrada Presidente del Movimiento Internacional de Mujeres Socialistas. Entre otras cosas, Clara le daba más importancia al movimiento socialista que al feminista pues, según ella, si el capitalismo lograba ser derrotado, la diferencia entre hombres y mujeres quedaría diluida.

No es coincidencia que haya sido la URSS el primer territorio donde se legalizara el aborto, se facilitara el divorcio y se promovieran políticas de control de natalidad. Pero al contrario de lo que muchas mujeres afines al movimiento creen, todo esto no fue para reconocerle derechos a las mujeres en tanto que mujeres, sino que eran políticas para beneficiar al único ente que ha importado en la inmensa mayoría de los regímenes comunistas e izquierda, el Estado. La misma Simone de Beauvoir en su libro «El Segundo Sexo» publicado en 1949 afirmaba lo anterior:


"Se sabe con cuánta frecuencia y tan radicalmente ha tenido que cambiar la URSS su política familiar, según el diferente equilibrio entre las necesidades inmediatas de la producción y las de la repoblación"


No es que la URSS y su régimen se hayan preocupado por reconocer lo que hoy el colectivo feminista llama «derechos humanos» (como el aborto), es que sus «derechos», como buenas comunistas, estaban en función del bienestar del Estado. Desde esa época ya se miraba la explotación de la mujer como un fenómeno provocado por la propiedad privada. Si la base de la explotación (desde el punto de vista comunista) era la propiedad privada, entonces la mujer era y es oprimida por dos frentes.

Para el feminismo de la época, la mujer está explotada y oprimida como obrera y como esposa en tanto que la propiedad privada de la familia era controlada por los varones; por ello es común ver carteles en las marchas feministas con la leyenda «sin feminismo no hay comunismo». Es tal la relación entre feminismo y comunismo que uno de los mitos que algunas feministas se empeñan en perpetuar es sumamente fácil de derrumbar si tomamos en cuenta que las feministas de aquellos días como Clara Zetkin no defendían a la mujer en general, sino a la mujer obrera. La batalla real siempre fue contra la burguesía, y eso incluía a las mujeres burguesas.


"La mujer burguesa se atiene a sus cadenas, porque se atiene a sus privilegios de clase. Se le explica incansablemente, y ella lo sabe, que la emancipación de las mujeres sería un debilitamiento de la sociedad burguesa; liberada del varón, estaría condenada al trabajo; puede que lamente no tener sobre la propiedad privada más que derechos subordinados a los de su marido, pero aún deploraría más el que esa propiedad privada fuese abolida; no siente ninguna solidaridad con respecto a las mujeres de la clase obrera: está mucho más cerca de su marido que de las trabajadoras de la industria textil. Y hace suyos sus intereses" (Beauvoir, 1949, p. 42)


Clara mantuvo en repetidas ocasiones conversaciones con nadie más ni nadie menos que Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin. Zetkin le sugería al histórico personaje la creación de un movimiento internacional femenino para incentivar la lucha de la mujer, algo a lo que Lenin le dio vital importancia, pues él sabía que la Revolución no podía hacerse sin las mujeres, dado que estas representaban un alto porcentaje de la población. Sin embargo había un detalle que había que cuidar, no desviar la lucha de la causa obrera. Para Lenin y muchos de sus adeptos, los problemas propios de la mujer y su relación con el sexo opuesto eran solo un medio para conquistar el poder para los trabajadores, nunca un fin en sí mismos. El sufragio universal, el aborto y la emancipación solo fueron medios, no fines; medios para lograr la revolución, no para reconocer genuinamente los «derechos» de la mujer.

Tan es así, que ya en la época estalinista el día de las mujeres pasó a ser el día de la madre, pues la incorporación de las mujeres en el mundo laboral no fue acompañada de políticas que le permitieran cuidar de su familia y asegurar la generación futura; algo que causó que el Estado reaccionara y eliminara las cuotas femeninas en las universidades y aboliera el aborto libre.

"A mí me repugna por igual ese respeto hipócrita a la moral burguesa y ese constante hociquear en la cuestión sexual. Por mucho que se las dé de rebelde y de revolucionaria, esta actitud, es, en el fondo, perfectamente burguesa. Es, en realidad, una tendencia favorita de los intelectuales y de los sectores afines a ellos. En nuestro Partido, en el seno del proletariado militante, con conciencia de clase, no tienen nada que hacer estas cuestiones." Lenin en conversación con Clara Zetkin.


Pero hasta las mujeres (comunistas) de la época como Olga Michakova, secretaria del Comité Central de la Organización de la Juventud Comunista en 1944 decían que las mujeres soviéticas debían tratar de hacerse tan atractivas como permitan la Naturaleza y el buen gusto. El feminismo, aunque aliado leal de la revolución gestante, siempre tuvo vertientes y distintos puntos de vista respecto al rol femenino y la sexualidad de la mujer. Muchos aún siguen creyendo que el 8M se debe a lo acontecido un 25 de marzo de 1911 en Nueva York por el incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist. Un incendio donde murieron 123 mujeres y 23 hombres. Como mito tiene mucho peso, pero no podría ser más falso.

Ya en 1909 el Partido Socialista de América había celebrado el último domingo de febrero, específicamente un día 28, el primer Día Internacional de la Mujer, cuando convocaron a una huelga de trabajadores textiles; por lo que el accidente ocurrido en la fábrica de camisas no es la razón principal por la que esta fecha resultó importante, aunque sí tiene que ver. El color violeta característico del movimiento feminista se usó como un símbolo adoptado en 1911 debido a que el humo resultante del incendio de la fábrica textil era de ese color.

Fue un 8 de marzo 1917 cuando un grupo de mujeres se manifestaron en Petrogrado (hoy San Petersburgo) bajo las consignas «pan para nuestros hijos y retorno de nuestros maridos de las trincheras»; muchos consideran que la Revolución Bolchevique tiene su origen aquí. El mismo Leon Trotsky reconoció que ni ellos se imaginaban que el día de la mujer sería el que iniciaría la Revolución.

Como podrás ver, no es casualidad que el feminismo se asuma como revolucionario, y tampoco es coincidencia que a la par de la lucha feminista sea frecuente ver la lucha contra el capitalismo. No es que el feminismo se haya apropiado del 8M, como muchas personas contrarias a estas ideas suelen decir, pensar y promover; el 8M siempre le perteneció. Solo nos queda preguntarnos una cosa: ¿Valdrá la pena apropiarnos el día y cambiar su significado?



 

Jean Carlo Portillo Magaña


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