Conforme llegaba información del escrutinio la noche del 25 de junio, la mayoría de los guatemaltecos nos sorprendimos especialmente con los resultados de la elección presidencial. Si bien muchas encuestas ya apuntaban a que habría una segunda vuelta, como es de costumbre, y que esta incluiría a la eterna candidata, Sandra Torres del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), ninguna encuesta predijo que Bernardo Arévalo del Movimiento Semilla alcanzaría el segunda lugar. Estos resultados desataron una serie de acciones que en las semanas posteriores pusieron a prueba la democracia y las instituciones republicanas del país. Sin embargo, camino al balotaje nos vemos obligados a analizar qué representan las opciones de Torres y Arévalo para el futuro de Guatemala.
Por Christa Walters
10 / 08 / 2023
En realidad, el verdadero ganador de las elecciones no fue ninguno de los candidatos en la contienda. La mayor cantidad de votos la alcanzó el voto nulo con el 17.4%. Si a este le sumamos el voto en blanco, la cifra llega a casi el 25%. Esto significa que uno de cada cuatro guatemaltecos que acudió a las urnas no se sentía representado con ninguna de las opciones en la papeleta. Los ciudadanos no están satisfechos con la democracia y no confían en los actores públicos, por ende, desconfían del sistema político, lo cual contribuye a un caldo de cultivo perfecto para que liderazgos populistas surjan como los salvadores de la crisis.
Tras gritos de fraude que conllevaron a la repetición de las audiencias de revisión de escrutinios (algo que jamás había sucedido), peticiones por repetir las elecciones y los intentos del Ministerio Público y un juzgado penal de suspender al partido de Bernardo Arévalo a medio proceso electoral, vivimos días duros. Sin embargo, la República aguantó esos embates y los frenos y contrapesos institucionales garantizaron, por ahora, que se respete la voluntad popular y se lleve a cabo la segunda vuelta el 20 de agosto. Nos gusten o no las opciones que hay, es imperante que se respete la voluntad de los votantes y la segunda vuelta se realice con regularidad para garantizar la alternabilidad en el poder el próximo año.
De cara al balotaje, tenemos dos opciones de izquierda (aunque ahora no lo quieran decir abiertamente). Por un lado, la experimentada Sandra Torres que promete regresar robustos programas sociales, similares a los de Brasil con Lula Da Silva, los cuales sabemos cimientan el clientelismo y retroceden el desarrollo integral de las personas. Por el otro lado, a Bernardo Arévalo con su campaña anticorrupción y un plan que se autodenomina “socialdemócrata” se posicionó entre una población joven y urbana. Su partido representa una izquierda que se dice progresista, similar a la que hemos visto en otros países de la región. Hay que recordar a qué llevaron las ambiciones de la izquierda en nuestros países: conflictos sociales y estancamiento económico.
Así las cosas, la situación requiere también una fuerte reflexión para los liderazgos legítimos de derecha que quieran alejarse de la clase política corrupta y de la izquierda oportunista para presentar una opción fresca las próximas elecciones. Este proceso electoral ha sido atípico y ha evidenciado los altos niveles de desconfianza y descontento ciudadano. Claramente Guatemala, está atravesando una etapa que representará un antes y un después para el sistema y la forma de hacer política.
Christa Walters
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