Ya he tenido la oportunidad de ver la nueva película de Avatar «el camino del agua» dirigida por James Cameron y la verdad es que estamos ante un acontecimiento histórico que no es ni de cerca un simple estreno de fin de año. Si ya tuviste la oportunidad de verla seguro estarás de acuerdo conmigo en que es un espectáculo visual desde el minuto uno hasta que el filme llega a su final. Sin embargo al salir de la sala de cine puede que te hayas visto confundido a la hora de intentar analizar las implicancias culturales e ideológicas que esta entrega posee. Avatar «el camino del agua» está, ideológicamente hablando, tambaleando en una cuerda floja que puede llevarla a caer tanto en la izquierda como en la derecha. Al igual que en la primera película, esta entrega retoma el mensaje profundamente ecologista y ambientalista mostrando al ser humano como una especie destructiva que al verse en la necesidad de buscar nuevos horizontes, opta por llegar a conquistar un mundo como el de Pandora. Desde la devastación de los bosques hasta la casa de especies marinas consideradas como iguales por los habitantes de pandora, avatar sí que nos deja una sensación de insatisfacción. Pero tampoco podemos dejar de lado el profundo mensaje pro-familia que muchos podrían considerar «conservador».
A lo largo de la película se destacan las diferencias entre los roles de género y cómo cada uno de ellos, con sus respectivos valores y virtudes van, resaltando paso a paso hasta llegar a un glorioso, aunque trágico desenlace. La cultura profundamente religiosa que tienen los habitantes de Pandora, tanto de las tribus del bosque como de la tribu del agua, es una de las cosas que me llamaron poderosamente la atención. El personaje de «Sully» menciona más de una o 2 veces la frase: «El padre protege, eso le da sentido», frase que no hay que tomar tan a la ligera, pues, el ahora padre de familia, se mira en la necesidad de sacar a su familia de su hogar para poder protegerla en horizontes que poseen una cultura distinta a la que estaban acostumbrados. Los hijos de Sully, quienes se caracterizan por la rebeldía particular de la adolescencia por la que atraviesan, también nos traerán momentos en los que la defensa de la familia y los miembros de esta, resaltan por sobre muchas otras cosas. Desde el instinto de protección que uno de ellos tiene hacia su hermana cuando un grupo de muchachos la están molestando, hasta la profunda conexión que una de las hijas de Sully tiene con lo que para ellos es la fuerza motora de todas las cosas; estos son momentos y mensajes que incluso llegan a opacar, en cierto grado, el discurso ecologista que seguramente muchos hayan notado.
Continuando con las diferencias entre hombres y mujeres, a lo largo de la película veremos cómo la competitividad de los varones y sus formas de luchar, son distintas, pero complementarias, al entusiasmo, valentía y coraje que sus compañeras femeninas llegan a mostrar. La relación entre padre e hijo debilitada por una serie de desafortunados acontecimientos, concluyendo en una suerte de reconciliación entre ambos, una vez más, llega a sumar a la parte dramática de este filme.
A pesar de todo esto, no podemos dejar de lado un elemento tan importante como lo es la tecnología y la influencia que puede llegar a tener en el desarrollo humano; desde la transferencia de memorias a cuerpos ajenos, hasta la procreación sin la necesidad del acto sexual. Es por estas y muchas cosas más, que sostengo la idea de que la nueva película de avatar posee un poco de ambas formas de ver la vida. Si te gustó la primera película seguramente te encantará esta segunda parte, pero si quisiera decirte que si sigues teniendo dudas sobre ir a verla con tu familia, puedes sentirte tranquilo e ir a disfrutar de una joya cinematográfica.
No encontrarás dilemas de orientaciones sexuales, panfleto en torno a las expresiones de género, inclusión forzada o empoderamiento femenino a costa de la deconstrucción masculina; en pocas palabras, aparte del enfoque ecologista, estás prácticamente libre de cualquier tipo de propaganda progre.
Por Jean Carlo Portillo M.
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